En compañía del Cedro libanés.

La tierra tiene muchas familias de árboles, algunos nos proveen amparo y sombra, otros nos dan madera, aceites, frutas y belleza. Mucha gente usa el árbol como símbolo de paz y fortaleza. Para mi los árboles son grandes maestros y sabios compañeros. Se mantienen de pie a pesar de los vientos, pacientes e inmóviles ven el tiempo y las generaciones pasar delante de ellos.

Al igual que las personas, cada árbol es único, si los vemos a detalle nunca hay dos iguales. A veces se nos olvida mirarlos, nos olvidamos de ellos o los creemos ordinarios, como si con ver un árbol ya hubiéramos visto todos.

Me gusta pensar en ellos como símbolo de la vida en perpetua evolución, con las raíces muy hundidas en las profundidades, con un tronco fuerte y sólido y con las ramas en ascensión hacia el cielo, atraídas por la luz del sol. Los árboles, sobre todo los de hoja caduca, nos muestran los ciclos de muerte y regeneración cuando año con año se despojan y se recubren de hojas.

Este dibujo es el regalo de boda para mi amiga Christianne Atala Chedraui y su esposo Javier. El árbol que está a la derecha es un cedro, lo escogí conmemorando los orígenes libaneses Christianne y el símbolo de inmortalidad y grandeza que para sus antepasados ha representado. Encontré un texto que habla sobre ello "Un Cedro siempre verde representa a una población siempre joven a pesar de un pasado cruel; aunque oprimido, jamás conquistado. El Cedro es un símbolo de unión a través del cual se superará cualquier ataque".